¿Qué dijo Jesús para impactar a tantos?

¿Cuáles fueron sus palabras para que la historia del mundo se dividiera en dos, para que hombres menospreciados y humillados se convirtieran en valientes luchadores por el amor y la reconciliación que Jesús testificó durante su ministerio?

Respuestas que no esperamos de Dios

Pues la verdad es que, antes que nada, lo que más necesitamos es el perdón de Dios, arrepentirnos de nuestros pecados y confesar a Jesús como el Señor de nuestra vida (Ro. 3.10-12). Y eso es lo primero que Dios quiere darnos.

Una fe que salva

Lo único que nos pueda otorgar perdón es la gracia y la misericordia de Dios por medio de la fe. La fe nos justifica (Ro. 5:1), nos otorga el perdón (Hch. 26:18), nos da vida eterna librándonos de la condenación (Jn. 3:16-18, 36), y nos permite entrar en la familia de Dios (Jn. 1:12).

Cuatro consejos para la inversión de nuestro dinero

Un millonario llamado Zaqueo aprendió esta lección y luego de dedicar su vida a Jesús no volvió a ser el mismo, su historia y las decisiones que tomó aquella noche en la que conoció al Señor se nos narran en Lucas 19:8.

Consejo de un millonario para hacer buenas inversiones

Zaqueo pertenecía al grupo de los publicanos, judíos que cobraban los impuestos para el Imperio Romano. Ellos gozaban de la libertad de pagarse a sí mismos de lo que recaudaban y se beneficiaban de que no había leyes en contra del cobro abusivo que hacían. Por obvias razones la sociedad los rechazaba porque les consideraban traidores y materialistas que habían vendido sus principios por dinero.

¿Qué impide que nos relacionemos con Dios?

La historia de Isaías lo ilustra perfectamente y nos deja ver la santidad de Dios, el hecho de que Él es “otro”, diferente de todos nosotros en un sentido moral y en su naturaleza, que es perfecto, puro y por eso está obligado a rechazar el pecado y la imperfección, lo cual es la razón por la que hay un “abismo espiritual” entre Él y nosotros.

¿Tienes problemas judiciales con Dios?

¿Te imaginarías un juez que además de dictar sentencia contra el culpable, es capaz de cumplir la sentencia que Él mismo le impuso?

¡Ay de mí, porque he visto a Dios!

Por Su santidad, no hay ser humano que lo vea y pueda sobrevivir (Ex. 33.20). Porque Su santidad se nos aproxima como una sombra que nos amenaza y nos consume. Él no tolera nada impuro, pecaminoso e imperfecto; y eso es exactamente lo que somos nosotros.

Dios es único

Nuestra idea de Dios dista mucho de la verdad, algunos creen que Dios es como un anciano bonachón, qué pasa por alto todo lo injusto y al que se le puede menospreciar y rechazar cada vez que se quiere; no, el hecho de que Su amor y misericordia sean tan grandes no significa que su santidad y justicia sean eliminadas.

¡La vida con Dios es una fiesta!

!Que hermoso es nuestro Pastor! Que no importa lo que hagamos, o a donde nos vayamos, su amor y misericordia nos perseguirán toda la vida.

Llamadle “Señor”

Llamar “Señor” a Jesús es decirle que Él es el amo y dueño de todo lo que existe, incluyendo nuestras propias vidas. Es reconocer que Él tiene el poder sobre todo, y ésta verdad obviamente es algo que Satanás y sus demonios siempre han querido negar, y por tanto maldecir.

Declarado Dios por Su resurrección

El “evangelio de Dios” (Ro. 1:1) es el mensaje que Jesús es Dios, que se había encarnado (v. 3), que había muerto, pero que también había resucitado (v. 4). La declaración de la deidad de Cristo asegura que todo lo dicho por Él en cuanto al perdón de los pecados y la vida eterna que Él ofrece a todos los que ponen su fe en Él como Salvador son ciertas. ¡Esas son las Buenas Nuevas!

El Siervo obediente que se humilló

Cristo Jesús, siendo Dios, no se limitó a su deidad ni se aferró a ella (v. 6), sino que decidió hacerse “siervo”, uno que sometía su voluntad para hacer la voluntad de otro para obedecer (v. 7). Jesús venía a la tierra al hacerse Hombre para someterse a la voluntad del Padre y así llegar a la muerte sacrificial en la “cruz” (v. 8).

El Siervo que llevó mi pecado

Para que mis pecados sean perdonados, Cristo tuvo que llevar mi iniquidad a la cruz y pagar el castigo de ello. Al hacerlo estaba sirviendo voluntariamente proveyendo un bien que nunca yo hubiera conseguido, mi justificación.

El regalo de la libertad y la vida

Ser esclavo de alguien y destinado a muerte sin posibilidades nuestras de librarnos de ello es ya terrible como idea, pero el estar realmente esclavo y destinados a la muerte eterna y no saber que lo estamos es aún peor. Vivir una condición horrenda y sin saberlo es realmente dramático.