Bienaventurados los que aceptamos a Jesús, pero malditos los que lo desprecien, porque no entienden su condición, su inmundicia, que Dios está en contra de ellos por su pecado, y porque no se les permite ver la perla más hermosa del universo y de la historia.
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¿Puedes ver la luz de navidad?
Muchas aprovechan la navidad para celebrar la unión familiar, para recordar tradiciones o disfrutar del ambiente festivo que se siente en esta época, por eso, cada vez resulta más común que nos alejemos del sentido espiritual que tiene este tiempo, y que llevemos la festividad al extremo, perdiendo de vista la persona a la que celebramos: Jesús.
¿Qué tan segura es nuestra fe?
Lo que nos permite estar tranquilos, porque el fundamento de nuestra fe y de la Iglesia es confiable, seguro y muy resistente. Por eso en vez de avergonzarnos, podemos decir lo que el Apóstol Pablo dijo: “no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación.” (Ro. 1.16)
¿Cuál es la base de la fe Cristiana?
Seguridad que le aportará a nuestra vida la firmeza necesaria para resistir los embates del mundo, los ataques malignos y nuestra propia debilidad, porque como lo dijo Jesús, separados de Él no podemos hacer nada, así, dependemos en todo de aquel que es la vid y de sus raíces para mantenernos firmes y con fruto aun en medio de la sequedad.
¿Trata por igual al rico y al pobre?
Todos deberían ser tratados por igual, todos deben ser amados, respetados y honrados. El hacer acepción de personas por sus bienes es un pecado que no nos conviene. La próxima vez que esté con un rico, trátelo con amor por quien es, no por lo que tiene; y si es pobre, trátelo como si fuera rico, porque esa persona vale mucho, porque Dios lo ama y cuida de él también.
Los caminos y sus caminantes
Dependiendo cuál destino queremos alcanzar, debemos considerar cómo tomamos esas decisiones en la vida. Si deseamos ser bendecidos, entonces debemos buscar y depender de Dios siempre; pero si no queremos someternos a Dios, entonces tengamos en mente que nuestro fin puede ser ese “camino de muerte”.
Nuestra vida no tiene que estar vacía
Solo Dios puede cambiar esa risa que enmascara la tristeza en una profunda y verdadera felicidad. Lo que tiene es que poner sus ojos en Cristo, pedirle que restaure su vida, y solamente allí encontrará lo que tanto necesita: Restauración de su vida, significado, y propósito para vivir pleno en Él.
¿Pertenezco a la Iglesia de Jesús?
Con base en esto, todos los que hemos puesto nuestra fe en Jesús, somos miembros de su Iglesia, una institución viva, poderosa, eterna y que disfrutará de la misma gloria de Jesús.
¿Cuál es mi identidad?
Cuando conocemos al Salvador, nuestra identidad cambia; lo que somos, lo que nos identifica, a dónde pertenecemos y lo que hacemos, cambia. Ese fue el caso de Pedro, el pasó de ser un pescador común y corriente a un pescador de hombres, pasó de ser un hijo de Abraham a un hijo de Dios, de ser israelita a tener una nacionalidad eterna, y pasó del reino de Satanás al reino de Dios.
La señal de un creyente
Un fruto que se evidencia cuando lidiamos con las persecuciones, aflicciones, pruebas, rechazo, burlas y deseos del viejo hombre; y que revela el poder del Espíritu Santo en nuestra vida.
¿Todos somos hijos de Dios?
La parábola del Sembrador nos da la base para responder esta pregunta, y aunque no resulta fácil comprender su mensaje a primera vista, gracias a Dios que los discípulos de Jesús le pidieron que se las explicara, porque si no hubiese sido así, tal vez seguiríamos pensando qué quiso decir con ella.
¿Estoy en lo correcto creyendo en Jesús?
Desde los inicios de la historia humana ha existido la lucha entre lo verdadero y lo falso. Adán y Eva tuvieron que enfrentarse a ello, discerniendo entre las palabras de Dios y las de Satanás, lamentablemente para la raza humana, se equivocaron y consideraron correcto lo que era falso.
Respuestas que no esperamos de Dios
Pues la verdad es que, antes que nada, lo que más necesitamos es el perdón de Dios, arrepentirnos de nuestros pecados y confesar a Jesús como el Señor de nuestra vida (Ro. 3.10-12). Y eso es lo primero que Dios quiere darnos.
Una fe que salva
Lo único que nos pueda otorgar perdón es la gracia y la misericordia de Dios por medio de la fe. La fe nos justifica (Ro. 5:1), nos otorga el perdón (Hch. 26:18), nos da vida eterna librándonos de la condenación (Jn. 3:16-18, 36), y nos permite entrar en la familia de Dios (Jn. 1:12).
Una fe colectiva
Solamente una fe colectiva los llevó a desarrollar una obediencia colectiva. Muchas veces en las iglesias o en cierto grupo de personas que están sirviendo a Dios no se observa esa fe en conjunto, una fe que pudiera hacer mucho en favor del servicio al Señor. Tal vez seamos nosotros mismos quienes no favorecemos a esa fe contagiosa entre los demás.