Nuestras vidas serán grandemente bendecidas y prosperadas si aprendemos de este principio vital en la vida de Nehemías. Su relación, dependencia y obediencia le llevó a tener éxito en todo lo que emprendía, y nuestras vidas también serán beneficiadas de estas características de este piadoso líder.
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Fortaleciéndonos en la disciplina
¿Qué medidas podría tomar de forma firme para mantenerme alejado de actividades o personas que pueden alejarme de Dios y arrastrarme nuevamente a una vida destructiva? ¿Con qué firmeza aprendemos a mantener hábitos o disciplinas que nos ayuden a estar firmes en el Señor?
La huella de la obra de Dios
Así como Nehemías, la dependencia de Dios va a ser nuestra clave para lograr reconstruir nuestras vidas. La oración y la guía de Dios fueron claves para la victoria en Jerusalén, y esa misma victoria puede ser nuestra.
Cuídese de los engaños
El engaño, una de las más antiguas tretas del enemigo. Desde el Edén, satanás a usado esta estrategia para destruir la obra de Dios (Gn. 3:1-6). El fin de ello es “hurtar, matar y destruir” (Jn. 10-10). Y en el caso de la obra que el Señor estaba haciendo en Jerusalén, esta arma sería usada para buscar lograr detenerlo todo.
Restituyendo nuestra injusticia
Para lograr una verdadera reconstrucción de nuestras vidas, tenemos que mirar hacia aquellos que hicimos daño, pedir perdón y buscar una restitución apropiada a mal causado. Solo ahí podremos continuar con la reconstrucción apropiada de nuestra vida y nuestras relaciones con los demás.
Cuando la batalla arrecia
En nuestra reconstrucción espiritual, entre más avanzamos, más difícil se pone. Nuestras debilidades más nos agobian, los pecados más nos asedian, y la oposición del mundo estarán golpeando más fuerte. Es ahí donde más necesitaremos del Señor para lograrlo.
Todo, con detalle y esfuerzo
Si queremos restaurar nuestra vida, vamos a necesitar la ayuda de otras personas, no podremos lograrlo solos. Y también se debe hacer un trabajo en todas las áreas, no en algunas nada más.
Enfrentando el desprecio
Miremos a las promesas de Dios, a lo que en Su Palabra nos ha dicho, y a Su poder; esto bastará para callar cualquier voz de desaliento en contra nuestra.
Descubriendo nuestras “grietas”
Para poder mirar los detalles de todo lo que se tiene que hacer para reconstruir nuestras vidas, debemos hacer un inventario minucioso de todas las debilidades para poder enfocar las tareas más importantes y poder así priorizarlas.
Movido por voluntad de Dios
Dios tiene que obrar en el corazón del hombre, moviendo su voluntad a la de Él, y cuando todo esté listo para iniciar, entonces todo encaja en tiempo y recursos. La maravillosa obra de Dios está diseñada desde antes del inicio de los tiempos, y ha sido establecido por Dios para que todo encaje en el plan maestro del Señor. (Ecl. 3:11, 14-15)
Prepárese para los obstáculos
No espere que todo sea sencillo, si bien Dios nos provee de todos los recursos que vayamos a necesitar para levantar nuestra obra de reconstrucción, los enemigos estarán ahí para detenernos. Lo que debemos hacer es tener presente las posibilidades de obstáculos, pero esa decisión de cambiar para bien debe permanecer en nosotros, y debemos trabajar duro hasta lograrlo.
Confiando en Su tiempo
Dependa de Dios antes de actuar, mire si es tiempo de hacer algo, o si debe esperar. Confiar en Dios requiere muchas veces ser paciente, y sentarse en otras (Sal. 46:10); pero nada será tardío, todo encajará apropiadamente.
Clamando restauración
Para poder mirar la obra de Dios, debemos recordar que necesitamos de Él con sentido pleno de dependencia, no de apoyo solamente. Como creyentes, no necesitamos la “colaboración de Dios” para lograr nuestros deseos; al contrario, debemos recordar que sin Su participación nada se puede lograr en términos reales.
Reconociendo nuestra real condición
Para poder iniciar el camino a la restauración de nuestras vidas, tenemos que reconocer la realidad del estado en el que nos encontramos, ese es el primer paso. Si no vemos con claridad nuestra condición, sobre todo cuando estamos en pecado, entonces no podemos enrumbarnos a un nuevo y mejor mañana.