Debemos perdonarnos unos a otros tal como Dios nos perdonó en Cristo. Si tú y yo hemos experimentado ese perdón de Dios, podemos también ofrecer perdón a los demás.
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La culpabilidad
Por más negros o por más rojos que sean mis pecados, por más grandes que pueda decir que es un pecado que yo he cometido, o que es el peor de los pecados, el Señor nos llama y nos dice: “vengan estamos a cuenta”, reconozcan que son pecadores, confiesen el pecado y apártense de él y yo les perdonaré – dice el Señor.
La enfermedad, para la gloria de Dios
Dios a veces permite la enfermedad para su gloria, para demostrar en el mundo su poder, para que comprendamos que para Él no hay nada imposible.
Una posibilidad ante la enfermedad
Dios permite la enfermedad como consecuencia del pecado, porque es un instrumento divino para humillarnos y hacernos rendir a sus pies y a su santidad; para que lo confesemos, nos arrepintamos y vivamos conforme a su voluntad.
Los frutos del convencimiento
Para quienes hemos pasado por procesos de pecados prolongados, el arrepentimiento solo viene cuando Dios nos convence de pecado por obra de Su Espíritu y Su Palabra (Jn. 16:8; 2 Ti. 3:16). Pero el gozo lo hallamos cuando recordamos que “si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” (1 Jn 1:9)
Duras lecciones de vida
Cuando caemos en pecado, podemos recordar la invitación que Dios nos hace para perdonarnos y ayudarnos en la restauración (1 Jn. 1:9).
Partícipes de Su Pacto
Por fe lo puede recibir, dejando a un lado sus propias convicciones, y poniendo solamente su fe en lo que Cristo hizo. Eso le permite participar del pacto de Dios con el hombre. La salvación solo se la obtiene por fe en el sacrificio de Jesús.
La “Víctima” de nuestra Pascua
Para que nosotros podamos recibir este incalculable don, lo único que debemos hacer es creerlo, que Dios ya lo hizo todo, y Su paz y perdón la ofrece a todo aquel que cree que Su Hijo murió para salvarlo.
Algunas características del mal
Lo único que puede restaurar nuestra maldad es una relación con Dios. Todo nace con reconocer nuestro pecado y arrepentirnos, llegar a ser salvos por fe para ser regenerados a una naturaleza espiritual (Ef. 2:1-5); y después de ser salvos y recibir el don del Espíritu Santo, lo que nos ayuda a cambiar nuestra maldad en piedad es esa relación constante con Dios, dependiendo del poder de Su Espíritu para hacerlo (2 Co. 3:18).
¿Cómo podemos honrar a los padres?
Si bien, muchos padres no han actuado apropiadamente con sus hijos, los hijos debemos honrarlos, amarlos, y si es necesario, perdonarlos, indistintamente de su comportamiento hacia sus hijos. La honra a los padres es claramente enseñada en toda la Biblia, y el enseñar algo distinto, es actuar como los fariseos, quienes, sobreponiendo peso en un punto de vista humano, desautorizaban la Palabra de Dios.
Sólo le siguen los “pecadores”
El hombre que no reconoce su verdadera condición nunca verá su necesidad de salvación. Todos estamos “enfermos” espiritualmente hablando, porque todos somos pecadores (Ro. 3.23).
Hay más que un problema físico
Muchos buscamos a Dios para que nos ayude a solucionar problemas físicos o materiales, cuando muchas veces nuestra mayor necesidad es la espiritual, y Dios muy bien lo sabe.