¿A quién adjudicamos la victoria?

Si bien las victorias en nuestras vidas son ganadas con nuestro esfuerzo y determinación, no debemos olvidar que detrás de nosotros está un Dios que pelea con y por nosotros para darnos esas victorias. Nada se podría lograr sin el favor de Dios.

El día que Dios escuchó a un hombre

¿Está dispuesto Dios a ayudar a todo hombre que necesita de Su favor? ¿Y será que Dios nos va a ayudar en todo lo que queramos en todo momento? Estas preguntas son muy comunes entre las personas cuando enfrentan una necesidad y requieren la ayuda del Señor, pero no siempre le buscan, o sea porque no creen que Dios pueda escucharlos, o en algún momento pidieron Su favor y no tuvieron lo pedido.

Ayudando desde Su trono el cumplimiento

Cristo quiere ayudarnos a cumplir Su voluntad. Es Su deseo que nosotros cumplamos la tarea, y la confianza de que tenemos Su respaldo nos debe alentar a cumplirlo sin demora. Nuestra tarea es seguir Sus instrucciones, dejar en manos de Dios los resultados, y mirar en medio de esto la manera como el Señor se manifiesta.

¡Créelo!

Jesús observó en esta expresión la incredulidad de Pedro, por eso el Señor le dice que debe tener fe. Por esto el Señor le dice que debe creer cuando pide algo, confiando en que Dios tiene el poder para hacerlo todo, ese sí es una verdad. El Señor tiene el poder de cambiar todo en un instante.

La imprudencia de la provocación

Muchas veces nuestro corazón puede ser muy necio también a causa de la falta de fe, y eso puede afectar nuestra confianza en Dios, que podría afectar nuestra relación con Él. Como nos dice Su Palabra: “… sin fe es imposible agradar a Dios…”. (He. 11:6)

Tenían necesidad, pero del Señor

Hoy muy pocos de nosotros queremos hacer sacrificios para el Señor. No nos gusta dar algo en sentido de adoración, antes, al contrario, solo estamos esperando para ver que recibimos. El verdadero amor debe ser sacrificial. (Ro. 12:1)

Atónitos ante Su obra

En el pasaje de Mateo vemos que “mucha gente que traía consigo a cojos, ciegos, mudos, mancos, y otros muchos enfermos; y los pusieron a los pies de Jesús, y los sanó; de manera que la multitud se maravillaba, viendo a los mudos hablar, a los mancos sanados, a los cojos andar, y a los ciegos ver; y glorificaban al Dios de Israel” (Mt 15:30-31). Razón tenía la gente de estar atónitos (otra traducción de maravillarse) ante el poder de Señor.

En la “sala de emergencia” del reino

El Señor sigue obrando con poder. Él conoce cada uno de aquellos que están enfermos. Dios puede obrar todavía milagros de sanidad. Ahora, recordemos que no todo enfermo en Israel fue sanado de toda dolencia en los años de ministerio de Jesús, pero los que lo buscaron con fe sabían que Él tenía poder para sanar. Confiemos en Su voluntad para obrar en nuestro favor, pero nunca dudemos de Su capacidad.

La dureza produce “torpeza” espiritual

Como es el pecado lo que endurece nuestro entendimiento a las cosas espirituales, necesitamos de herramientas divinas para que podamos cambiar esta condición de “torpeza”. La obra del Espíritu Santo es lo que inicia el proceso de la transformación de nuestra dureza; y utilizando la Palabra de Dios (He. 4:12), Él obra para ayudarnos a responder progresivamente.