Libertad sabia

En la vida espiritual existen los creyentes inmaduros y los que han alcanzado madurez. La madurez no se da por los años que una persona tiene de ser salva, sino por el conocimiento de Dios, sumado a la transformación que la obediencia y las pruebas forjan. Esto brinda al creyente una capacidad de discernimiento mayor de la vida, lo que le permite ver más ampliamente las cosas y como agradar con ellas a Dios.

Envanecimiento, el peligro del conocimiento

El problema en la iglesia en Corinto era que muchos creyentes que ya tenían tiempo asistiendo a la iglesia no estaban actuando con “amor” en favor de aquel creyente “débil” quien, sin conocer las diferencias, se sentía agraviado por el acto irresponsable, vano y sin amor de aquel creyente que con “conocimiento” tenía cuando comía de alimentos dados a los ídolos (1 Co. 8:7-11).

¡Cuidado con el orgullo!

Hoy en día, algunos hermanos de algunas iglesias podrían menospreciar a los otros creyentes por tener ciertas características que otros no tienen: Tamaño de congregación, ciertos ministerios u posibilidades de recursos, algunos maestros y predicadores, etc. La vanidad dentro de los creyentes aún se puede ver en nuestros días, y entre mayores esas diferencias, mayores las posibilidades de envanecerse.