Dios es santo y justo, sus caminos rectos, y sus propósitos eternos; seguirle a Él demanda entender que el Señor sabe lo que hace, y nosotros debemos honrarle con nuestra obediencia plena, no a medias.
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Una fe que salva
Lo único que nos pueda otorgar perdón es la gracia y la misericordia de Dios por medio de la fe. La fe nos justifica (Ro. 5:1), nos otorga el perdón (Hch. 26:18), nos da vida eterna librándonos de la condenación (Jn. 3:16-18, 36), y nos permite entrar en la familia de Dios (Jn. 1:12).
Declarado Dios por Su resurrección
El “evangelio de Dios” (Ro. 1:1) es el mensaje que Jesús es Dios, que se había encarnado (v. 3), que había muerto, pero que también había resucitado (v. 4). La declaración de la deidad de Cristo asegura que todo lo dicho por Él en cuanto al perdón de los pecados y la vida eterna que Él ofrece a todos los que ponen su fe en Él como Salvador son ciertas. ¡Esas son las Buenas Nuevas!
El Siervo obediente que se humilló
Cristo Jesús, siendo Dios, no se limitó a su deidad ni se aferró a ella (v. 6), sino que decidió hacerse “siervo”, uno que sometía su voluntad para hacer la voluntad de otro para obedecer (v. 7). Jesús venía a la tierra al hacerse Hombre para someterse a la voluntad del Padre y así llegar a la muerte sacrificial en la “cruz” (v. 8).
El Siervo que llevó mi pecado
Para que mis pecados sean perdonados, Cristo tuvo que llevar mi iniquidad a la cruz y pagar el castigo de ello. Al hacerlo estaba sirviendo voluntariamente proveyendo un bien que nunca yo hubiera conseguido, mi justificación.
El regalo de la libertad y la vida
Ser esclavo de alguien y destinado a muerte sin posibilidades nuestras de librarnos de ello es ya terrible como idea, pero el estar realmente esclavo y destinados a la muerte eterna y no saber que lo estamos es aún peor. Vivir una condición horrenda y sin saberlo es realmente dramático.
¿Realmente será salvo?
La doctrina de la seguridad de la salvación siempre ha traído gran polémica dentro de la Iglesia. Pero si miramos al consejo completo de toda la Biblia podemos mirar que la redención nunca la obtiene el hombre, antes es un regalo de Dios dado por gracia, y si el hombre no la obtiene, entonces no tiene poder para perderla, pues la justificación no es dada por el cumplimiento de los mandatos de Dios, sino por la fe en Jesucristo (Ro. 3:20-28; Gá. 2:16-21).
El Dios de vivos
Jesús utiliza el pasaje de Éxodo para hablarles a los saduceos de la resurrección porque ellos solo aceptaban la validez del Pentateuco, los libros escritos por Moisés. Pero en otros pasajes como en Daniel 12:2, podemos leer que hay una resurrección “para vida eterna” y otra “para vergüenza y confusión”, haciendo referencia a que existe una resurrección para los salvos que pasarán la eternidad en el cielo, mientras que los otros resucitaran para enfrentar la condenación.
¿En qué confiamos para ser salvos? (Parte II)
Dios es Quien puede salvar al hombre de la condenación. La Ley de Dios nos manifiesta que el hombre nunca podrá ser salvo por buenas obras, ni por condición social o moral, pues todos somos pecadores, y por ello estamos malditos destinados a la condenación (Gá. 3:10-13). Pero la Biblia si nos enseña que es la fe en la obra salvadora de Cristo en donde hallamos la posibilidad que Dios brinda al pecador: “Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá.” (Ga. 3:11)
Actuando con responsabilidad (Parte “II”)
Las grandes dificultades que muchos tenemos es el de alejarnos completamente de aquello que nos acerca al pecado. Las relaciones personales, sean estas en la familia, las amistades o en el trabajo; las actividades que desarrollamos que nos acercan a las tentaciones y que de alguna manera nos llevan a desobedecer a Dios de hecho o pensamientos; todas estas cosas nos hacen daño, pero nos cuesta dejar atrás para seguir al Señor.
El tormento de los demonios
El destino final de satanás y los demonios es el infierno (Mt. 25:41), y ahí pagarán con tormento eterno su pecado. Ellos no gobernarán ese lugar, al contrario, ellos no tendrán control sobre nada, pero si pagaran el castigo su pecado.
Blasfemia, el imperdonable pecado
El juicio eterno (v. 29) es el enfrentamiento del hombre ante el Justo Juez, Quién traerá a todo hombre a ser evaluado por sus pecados, y solo serán librados de la condenación aquellos que aceptaron el testimonio del Espíritu Santo acerca de Cristo, haciendo que sus nombres sean inscritos en el libro de la vida del Cordero (Ap. 20:11-15).
Sólo le siguen los “pecadores”
El hombre que no reconoce su verdadera condición nunca verá su necesidad de salvación. Todos estamos “enfermos” espiritualmente hablando, porque todos somos pecadores (Ro. 3.23).