Todos los creyentes tenemos más que dinero para dedicar a la gloria de nuestro Dios. Si consideramos que toda buena dádiva viene de lo alto, como lo dice el libro de Santiago (1.17); hallaremos que hemos recibido mucho de nuestro Señor, y por eso somos llamados a administrarlo de la mejor forma posible.
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Esperando por nuestro reino
Jesús narró esta parábola cuando se acercaba el final de su ministerio en la tierra y se dirigía rumbo a Jerusalén, previo a su última pascua, su muerte y resurrección. Ya habían pasado tres años de su ministerio y muchos daban testimonio de su poder, autoridad y enseñanzas.
¡Vivamos con lo necesario para ser “ricos”!
Lo importante es que nuestro corazón esté siendo cautivado por Dios y no por las riquezas, ya que sí enfocamos nuestra vida en acumularlas, hallaremos en ello un profundo mal (Ec. 5.13), porque por nuestra naturaleza pecaminosa nos vemos tentados a confiar en nuestros ahorros y nuestras propiedades antes que en Dios, y fácilmente hacemos de ellos un ídolo.
¿Cómo vivir bien en este siglo?
Siendo receptores de la gracia y amor de Dios (porque sí somos hijos de Dios hemos recibido el tesoro más valioso que existe), estamos llamados a vivir como Jesús: con propósito, trascendencia, para la gloria de Dios, apartados de la maldad y de los malos deseos del mundo.
Impulsado por Su amor
La entrega de amor de Cristo no solamente nos debe llevar a la salvación por medio de la fe en Su obra de redención, sino que nos da un ejemplo y razón para vivir para cumplir la voluntad de Dios de forma entregada.
Cuatro consejos para la inversión de nuestro dinero
Un millonario llamado Zaqueo aprendió esta lección y luego de dedicar su vida a Jesús no volvió a ser el mismo, su historia y las decisiones que tomó aquella noche en la que conoció al Señor se nos narran en Lucas 19:8.
Consejo de un millonario para hacer buenas inversiones
Zaqueo pertenecía al grupo de los publicanos, judíos que cobraban los impuestos para el Imperio Romano. Ellos gozaban de la libertad de pagarse a sí mismos de lo que recaudaban y se beneficiaban de que no había leyes en contra del cobro abusivo que hacían. Por obvias razones la sociedad los rechazaba porque les consideraban traidores y materialistas que habían vendido sus principios por dinero.
¿Qué impide que nos relacionemos con Dios?
La historia de Isaías lo ilustra perfectamente y nos deja ver la santidad de Dios, el hecho de que Él es “otro”, diferente de todos nosotros en un sentido moral y en su naturaleza, que es perfecto, puro y por eso está obligado a rechazar el pecado y la imperfección, lo cual es la razón por la que hay un “abismo espiritual” entre Él y nosotros.
¿Tienes problemas judiciales con Dios?
¿Te imaginarías un juez que además de dictar sentencia contra el culpable, es capaz de cumplir la sentencia que Él mismo le impuso?
¡Ay de mí, porque he visto a Dios!
Por Su santidad, no hay ser humano que lo vea y pueda sobrevivir (Ex. 33.20). Porque Su santidad se nos aproxima como una sombra que nos amenaza y nos consume. Él no tolera nada impuro, pecaminoso e imperfecto; y eso es exactamente lo que somos nosotros.
Dios es único
Nuestra idea de Dios dista mucho de la verdad, algunos creen que Dios es como un anciano bonachón, qué pasa por alto todo lo injusto y al que se le puede menospreciar y rechazar cada vez que se quiere; no, el hecho de que Su amor y misericordia sean tan grandes no significa que su santidad y justicia sean eliminadas.
¡La vida con Dios es una fiesta!
!Que hermoso es nuestro Pastor! Que no importa lo que hagamos, o a donde nos vayamos, su amor y misericordia nos perseguirán toda la vida.
Nuestras vidas necesitan ser pastoreadas
Una buena forma de saber si estamos recorriendo los caminos de Dios o los nuestros es preguntarnos, si para mantenernos en nuestros caminos actuales debemos pecar, si es así, no estamos en los caminos de Dios, porque Él no nos conduciría por caminos de pecado y maldad.
Consideraciones antes de actuar
Nuestro mayor deseo al actuar como creyentes debe ser el buscar mi beneficio y el de otros, sin ser tropiezo o carga para los demás ni para mí mismo. Pero, sobre todo, debemos buscar que nuestro comportamiento traiga “gloria” a “Dios”, a quien adoramos y honramos con lo que hacemos en esta vida, y quien es digno de toda gloria.
Todos adoramos algo
Decidamos adorar a Dios, confiar en él, y vivir conforme a su palabra. Él merece nuestra adoración. Además, cuando lo hacemos, nosotros somos los primeros beneficiados porque podremos conocerlo mejor y tener más de su gracia.