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Proverbios 10:1-2
“Los proverbios de Salomón.
El hijo sabio alegra al padre,
Pero el hijo necio es tristeza de su madre.
Los tesoros de maldad no serán de provecho;
Mas la justicia libra de muerte.”
Una de las historias más conocidas de la Biblia es la del hijo pródigo. En esta historia se narra la vida de tres personas, un padre y sus dos hijos. Como sabemos, el menor decidió salir al mundo y desperdiciar toda su herencia (Lc. 15:12-14), mientras que el mayor se quedaba en casa trabajando. Pero después de un buen tiempo, el menor arrepentido vuelve a la casa y el padre lo recibe con gran alegría haciendo un banquete en honor a su regreso (Lc. 15:20-24), y ahora el hijo mayor se vuelve egoísta y malagradecido al ver el trato en favor de su hermano menor (Lc. 15:28-32).
En este relato vemos el cuadro de un padre que, en las diferentes etapas de las vidas de sus hijos, se alegra y se entristece por su comportamiento.
En el primer caso, el hijo menor trajo pena y angustia cuando decidió actuar egoístamente y salir a desperdiciar su herencia en la vida, actuando neciamente. El padre sabía que esa no era manera de vivir, pero el menor en su irreverencia no esperó a que su padre muera, sino que en vida lo dejó atrás en casa y se fue en pos del pecado. Pero cuando volvió arrepentido el dolor del padre se volvió en alegría plena al verlo vivo y cambiando su manera de pensar, actuando prudentemente reconociendo que la vida era mejor estando en casa.
En el hijo mayor, en cambio, al inicio era un hijo que trajo mucha alegría, porque él no había decidido salir a malgastar su vida en el pecado, antes se quedó en casa diligentemente atendiendo las labores de trabajo. Pero cuando su hermano regresó, entonces su corazón manifestó molestia y rencor, lo que trajo tristeza al padre porque su hijo estaba actuando con ira en contra del padre y de su hermano menor.
En esta historia vemos reflejado la realidad del pasaje de hoy día: “El hijo sabio alegra al padre, pero el hijo necio es tristeza de su madre.” (Pr. 10:1b) Ambos hijos por momento actuaron sabiamente y ambos actuaron neciamente.
Sobre todo, en la juventud, los hijos tenemos la tendencia a actuar neciamente cuando queremos hacer lo que creemos es correcto, y es en esta etapa en donde, por nuestro crecimiento, deseamos tomar decisiones considerando que ya podemos razonar apropiadamente, y por eso, cuando nuestros padres nos contradicen lo pensado, nos molesta mucho.
Un hijo sabio, escuchará las razones del padre, y las analizará a la luz de la experiencia y el amor de los padres que buscan lo mejor para los hijos; pero el hijo necio, lo único que hará será seguir en pos de su pensamiento, lo cual muchas veces termina en desventura.
Si queremos honrar a nuestros padres y traer alegría a sus vidas aprendamos a ser sabios, prudentes, escuchemos el consejo, y tomemos decisiones sabias, que no solo les alegrará a ellos, sino que nos traerá muchas bendiciones a nuestra vida. El necio solo traerá desconsuelo.
