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Proverbios 4:20-27
“Hijo mío, está atento a mis palabras;
Inclina tu oído a mis razones.
No se aparten de tus ojos;
Guárdalas en medio de tu corazón;
Porque son vida a los que las hallan,
Y medicina a todo su cuerpo.
Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón;
Porque de él mana la vida.
Aparta de ti la perversidad de la boca,
Y aleja de ti la iniquidad de los labios.
Tus ojos miren lo recto,
Y diríjanse tus párpados hacia lo que tienes delante.
Examina la senda de tus pies,
Y todos tus caminos sean rectos.
No te desvíes a la derecha ni a la izquierda;
Aparta tu pie del mal.”
Los niveles de accidentes de tránsito y muertes a causa de ello se han incrementado mucho en los últimos años a causa del uso inapropiado por parte del conductor de los teléfonos móviles. Los mensajes de textos o la búsqueda de información en los celulares están aumentando tristemente los números de los accidentes, y con ello la pérdida de las vidas de las personas.
Y aunque todo el tiempo nos alertan a que no deberíamos prestar atención al teléfono mientras conducimos, muchos lo seguimos haciendo, perdemos de vista el camino y distraemos nuestra atención del camino cuando lo hacemos, incrementando los riesgos de un accidente muchas veces fatal.
Con la misma atención con la que deberíamos conducir en las vías con nuestros automóviles, debemos nosotros también velar por el camino por donde nuestras acciones se encaminan en nuestras vidas. Los riesgos del mal sobre nosotros son constantes, y un descuido puede terminar en un pecado o una acción incorrecta que puede hacer daño a nuestras vidas y la de muchos.
La llamada de atención a que estemos siempre atentos en nuestras vidas es frecuente en las Escrituras (v. 20-22; Comp. Is. 28:14; Lc. 8:18; 1 Co. 10:12). En este pasaje, la Biblia nos habla de varias cosas que debemos cuidar, acciones que tenemos que considerar seriamente para que no nos hagamos daño o no nos apartemos hacia el pecado.
En primer lugar, y “sobre toda cosa”, debemos “guardar [nuestro] corazón”, no solo de exponerlo a emociones que pueden traernos pesar cuando entramos en relaciones sentimentales que pueden causarnos dolor, sino que también debemos de cuidar que en nuestro corazón no se guarde el rencor o el odio que va a oscurecer nuestros sentimientos sobre otros. Nuestro corazón “determina el rumbo de [nuestra] vida” (v. 23 NTV), es decir, los sentimientos intensos y mal direccionados afectan muchas de nuestras acciones, y por tanto las probabilidades de hacernos daño o causar mal a otros son muy altas.
También debemos cuidar de lo que sale de nuestra “boca” (v. 24). Recordando que lo que sale por nuestros “labios” puede estar infectado por el pecado que se encuentra en nuestro corazón (Lc. 6:45), nuestras palabras podrían estar llenas del fuego del “infierno” si no controlamos lo que decimos y cargar “veneno mortal” (Stg. 3:6, 8; Comp. Stg. 3:1-12).
Nuestros “ojos” deben mirar solo lo “recto”, es decir, que nuestras intenciones detrás de cada acción deben ser puras. Pero también debemos cuidar de lo que dejamos entrar por nuestros ojos, nada impuro o malintencionado deben ver nuestros ojos para evitar que nuestra carne se alimente del mal y nos motive al pecado (v. 25).
Por último, debemos mirar la dirección de nuestros “pies”, en otras palabras, la dirección de nuestras acciones, el camino que hemos decidido seguir, debe ser constantemente analizado y cuidado para que no nos apartemos de la voluntad de Dios o para que no vayamos en pos del pecado. Si no queremos sufrir las consecuencias de nuestra desobediencia, debemos apartar nuestro “pie del mal” (v. 26-27).
El cuidarnos en todas estas acciones traerá una “vida” buena para nosotros y los nuestros, mientras que nos brindará de “salud” espiritual y física a nuestra alma y cuerpo (v. 22 NVI).
