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Lucas 19:11-13
“Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén, y ellos pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente. Dijo, pues: Un hombre noble se fue a un país lejano, para recibir un reino y volver. Y llamando a diez siervos suyos, les dio diez minas, y les dijo: Negociad entre tanto que vengo.”
Varias veces Jesús enseñó por medio de parábolas. Ellas son narraciones cortas y simbólicas que expresan una verdad divina.
Para interpretarlas correctamente debemos tener en cuenta que al ser simbólicas no podemos comprenderlas literalmente, sino que debemos extraer de ellas el principio que tenían el propósito de enseñar.
Este pasaje es la primera parte de la que se conoce como la parábola de las diez minas.
Uno de los principios que aprendemos de esta parábola y en el que me quiero enfocar, es que debemos considerar la realidad del reino de Jesucristo.
Jesús narró esta parábola cuando se acercaba el final de su ministerio en la tierra y se dirigía rumbo a Jerusalén, previo a su última pascua, su muerte y resurrección. Ya habían pasado tres años de su ministerio y muchos daban testimonio de su poder, autoridad y enseñanzas.
Había ganado para Dios un grupo de discípulos que creían que Él era el hijo de Dios y el salvador del mundo, pero también había hallado mucha oposición.
Jesús comprendía muy bien la tensión que había en el ambiente debido a que el ánimo de la gente que caminaba junto a Él era de expectativa, ellos pensaban que: el reino de Dios muy pronto aparecería; y que estaban marchando con el Rey. (Prange, 1999)
Así que Jesús usa esta parábola para ajustar las expectativas de sus discípulos, haciéndoles entender que su Reino no se establecería en la tierra en ese momento, sino que Él se iría y luego volvería para establecerlo.
Para los discípulos no era fácil comprender esto, porque no entendían que Jesús antes de ser Rey, debía cumplir con su llamado a ser el cordero sacrificado por nuestros pecados; ellos no reconocían su necesidad de un cordero perfecto que pagara por sus pecados, y en cambio si anhelaban un Rey; porque pensaban que su principal problema eran las políticas y abusos del Imperio Romano y no creían que pudieran ser libres aun cuando fueran esclavos de Roma.
La verdadera libertad es la del corazón y la del espíritu, que nos libra del poder más corrupto y cruel que existe: el del pecado y el de la muerte eterna.
Pero, aunque Jesús tuvo que morir, resucitar y ascender al cielo, creemos que Él volverá, tal como lo hizo el noble de la parábola.
Por esto y mucho más comprendemos que la segunda venida de Jesús es una enseñanza sobresaliente de las Escrituras. Casi todos los intérpretes conservadores de la Biblia reconocen unánimemente que este es un acontecimiento que está en el futuro, como indican todos los credos ortodoxos que han existido a través de la historia de la iglesia; y así como la Primera Venida de Cristo fue literal y se cumplió en la historia, también su Segunda Venida, que todavía es futura, se cumplirá en la misma forma literal. (John F. Walvoord y Roy B. Zuck, 2006)
Mientras esto sucede, Jesús como el noble de la parábola nos ha entregado recursos y dones que necesitamos usar para la gloria de Dios.
Por eso esta parábola también se relaciona con la forma en la que debemos administrar todo lo que tenemos, y es un llamado a usarlo para que Dios halle ganancia en ello. Lo que debe motivarnos a hacerlo así es que gracias a esa libertad que Cristo compró para nosotros en la cruz, ya no somos esclavos de los deseos pecaminosos del mundo, sino que podemos someternos por amor a aquel que nos compró con precio de sangre y nos dio el privilegio de ser sus siervos.
