“Un hombre muy rico una vez le dijo a uno de sus amigos: «Solo puedo ponerme un traje a la vez o dormir en una cama a la vez. Después de eso todo mi dinero es aburrimiento y fastidio». Lo que ese hombre quería decir es que hay un límite muy real a lo que puede hacer lo material por una persona.” (Martínez & Martin’Z, 1996, pp. 196)
Parece que muy pocos han aprendido esa lección, porque hay un afán por obtener riquezas y asegurar nuestro confort y bienestar a través de ellas, permitiéndonos riesgos desmedidos y asumiendo gastos excesivos con tal de complacernos y agradar al mundo.
Pero, en la carta de Pablo a Tito capítulo 2 versos 11-12 hallamos la forma de vida que debe distinguir a los creyentes, y que define la forma en la que debemos administrar todo lo que tenemos, este dice: “Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente.”
Pablo le escribió a Tito esta carta para ayudarlo en su ministerio en Creta, una ciudad ubicada en el Mar Mediterráneo cerca de Grecia, y en ella él le encarga la labor de corregir las enseñanzas equivocadas que la iglesia había adoptado, y le anima a desarrollar un grupo de hombres siervos para la iglesia que dieran testimonio del evangelio en medio de una cultura incrédula, entregada a los placeres y a la adoración de dioses falsos.
La razón que impulsó al apóstol Pablo a escribir estas palabras fue que “la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres”.
Es decir, que la razón por la cual aquellos hombres y nosotros como hijos de Dios debemos interesarnos por vivir así es porque Jesús se ha manifestado al mundo; porque Él es la gracia de Dios, quién encarna su amor por nosotros, es su mejor y suficiente regalo para el mundo entero.
Como lo dijo Pablo, Jesús se ha manifestado para salvar; por eso cuando vino no lo hizo para juzgar al mundo, sino para salvarlo (Jn. 12.47); y su ministerio fue traer buenas noticias a los pobres, sanar a los quebrantados de corazón, declarar libertad a los que estuvieran cautivos, dar vista a los ciegos, poner en libertad a los oprimidos y predicar el año agradable del Señor (Lc. 4.18-19).
Toda esta gracia que recibimos por medio de Cristo debe movernos a hacer lo que Él quiere en respuesta a su amor por nosotros.
Por eso, siendo receptores de la gracia y amor de Dios (porque sí somos hijos de Dios hemos recibido el tesoro más valioso que existe), estamos llamados a vivir como Jesús: con propósito, trascendencia, para la gloria de Dios, apartados de la maldad y de los malos deseos del mundo.
Pero vivir como Cristo no se logra en nuestras fuerzas, sino a través de la unión del poder del Espíritu Santo y nuestra obediencia. Por eso este pasaje nos recuerda que, gracias a su salvación, tenemos el poder que necesitamos para complacer a Dios antes que al mundo.
¿Cómo complacemos a Dios? ¡Viviendo sobria, justa y piadosamente!
¿Qué significa vivir así?
Significa vivir moderadamente, sin excesos, haciendo el bien, haciendo lo que es conforme al carácter de Dios, mostrando nuestro amor por Él, adorándolo y complaciéndolo.
¿Vivimos así? o ¿qué aspecto de nuestra vida debemos atender para vivir como Dios quiere que lo hagamos?
Este es nuestro llamado para distinguirnos del mundo y hacer que nuestra vida brille para la gloria de Dios.
Así es como necesitamos vivir, no siendo amoldados por el mundo, sino persiguiendo todo lo que sea de buen testimonio y para la alabanza de nuestro Señor.
