1 Corintios 10:32 – 11:1
“No seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios; como también yo en todas las cosas agrado a todos, no procurando mi propio beneficio, sino el de muchos, para que sean salvos. Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo.”
- Pablo estaba terminando el capítulo 10 recordando al creyente que todo lo que haga debe ser hecho para “la gloria de Dios” (1 Co. 10:31), y que, si ese es el propósito, entonces ya no se debe vivir para uno mismo, sino para beneficio de todos y la honra de Dios.
- Por eso alienta a que deben buscar una vida que no sea tropiezo para nadie, sino para el beneficio de muchos, agradando en todo a “todos”. Lo que Pablo deseaba era que ese testimonio llegue ser el enlace para que más personas puedan ser salvas (1 Co. 10:33).
- Para ello exhorta al creyente a que busque alcanzar una de las metas más importantes para cada uno: “Sed imitadores… de Cristo”. (1 Co. 11:1)
- El apóstol se pone como ejemplo de compromiso y les pide que lo miren él, y que deseen lo mismo. Pablo no quería resaltar su propia vida, sino la de Cristo, y se pone como ejemplo de esfuerzo propio para alcanzarlo (Comp. 1 Co. 4:16; Fil. 3:17).
Puesto que la salvación ya no es la meta del creyente, porque ya la recibió al poner su fe en Jesús como su Salvador (Ef. 2:8), entonces el anhelo en esta vida es diferente. No olvidemos que Jesús vino a salvar a todo aquel que ponga su esperanza en Él (Jn. 3:16-18, 36; 5:24; Hch. 4:12), y que esa salvación es un regalo de Dios brindado por Su gracia (Ro. 4:16; 6:23). Entonces nuestra meta ahora no es alcanzarla, pues ya es nuestra.
Lo que ahora debemos enfocarnos es crecer a la imagen de Cristo. Nuestra vida debe reflejar el carácter del Señor, y para ello Dios usa varias vías para ayudarnos a crecer. La obra del Espíritu Santo, la Palabra de Dios, las pruebas, las disciplinas, la iglesia, otros creyentes y más, son los medios por los cuales Dios va forjando el carácter de Su Hijo en cada creyente, pero es el creyente quien debe alinearse con la voluntad de Dios y desear alcanzarlo.
Nuestro deseo tiene que ser el crecer hacia el carácter del Señor. Por eso Pablo se pone como ejemplo de dedicación y pide a los creyentes que hagan lo mismo que él hace (1 Co. 11:1).
En otra carta Pablo nos recuerda que ya tenemos todo lo que necesitamos para lograr ese cometido (Ef. 1:3), ahora es nuestra responsabilidad usar todos los medios provistos para representar a Cristo dignamente en vida antes que lleguemos a Su presencia, y de esta manera traer “gloria” a “Dios” (1 Co. 10:31).
Pero todo inicia con recibir a Cristo como nuestro Salvador. Si una persona aún no se ha arrepentido de pecado, aún no ha pedido perdón por su maldad, y no ha pedido a Jesús que lo salve, entonces lo primero que necesita, no es llegar a ser como Cristo, sino pedir a Cristo que lo salve de la condenación y le dé vida eterna, y solo allí podrá iniciar el proceso de crecimiento.
¿Y usted, ya recibió el perdón de pecados poniendo su fe en Jesús como su único y eterno Salvador? ¿Y si ya lo aceptó, está creciendo a la imagen de su Señor?
