1 Corintios 9:24-27
“¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado.”
- Pablo termina el capítulo 9 hablando sobre la libertad que tiene en Cristo (vv. 17-23), libertad de la condenación por medio de la fe en Jesús (Ro. 8:1), libertad que también nos ha traído independencia del pecado, pero que está última está condicionada a nuestra separación del pecado para no volver a ser esclavo de él, antes, siervos para Dios (Ro. 6:11-18); y así cumplir la meta de evangelizar sin ataduras para no ser “ser eliminado” (v. 27) y poder obtener así “el premio” (v. 24).
- Como creyente, Pablo tenía la responsabilidad de modelar una vida de santidad (v. 27), la que requería disciplina y abstinencia para cumplirla con cabalidad. Para esto utiliza la figura de un atleta que corre en el estadio, y que para ganar se prepara con ejercicio y condicionamientos propios que le ayudaran a obtener la mejor condición para ganar. (vv. 24-26)
- La tarea de ser “heraldo” o pregonero del evangelio tenía que ser acompañada de una vida digna de tan privilegiado encargo recibido por Dios, para no ser descalificado a causa de una vida inapropiada que no vaya alineada con tan hermosa tarea.
Muchos dicen que el mejor evangelio que muchos podrán presentar a otros es el testimonio propio de una vida santa que demuestre el cambio que Dios puede hacer en cada creyente arrepentido, y esta verdad tiene mucho de cierto.
Hay una gran cantidad de personas que no se acercan a escuchar el evangelio porque miran en la vida de creyentes una vida desordenada, atada a pecados que los descalifica por un testimonio pobre que no representa realmente el poder del cambio que el Evangelio y la Palabra de Dios puede dar al creyente.
Además, cuando un creyente está en pecado, su vida espiritual se ve afectada por la falta de comunión con Dios y el poco poder que el Espíritu Santo puede ejercer en ese creyente, porque vive influenciado más por la carne que por el Espíritu.
Por esto Pablo nos exhorta a buscar la diciplina espiritual con el propósito de correr no solo nuestra vida cristiana en santidad, agradando a Dios; si no que esta disciplina nos ayudará a ser mensajeros calificados del evangelio, quienes brindan un testimonio digno del mensaje de redención por la fe en Jesús.
Todos debemos ser buenos atletas para el Señor que corremos “en el estadio” de esta vida frente a un público que mira detenidamente nuestro desempeño apropiado, y de esta forma poder llevar el evangelio a toda persona sin que el pecado nos descalifique.
