1 Corintios 7:10-17
“Pero a los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor: Que la mujer no se separe del marido; y si se separa, quédese sin casar, o reconcíliese con su marido; y que el marido no abandone a su mujer. Y a los demás yo digo, no el Señor: Si algún hermano tiene mujer que no sea creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone. Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone. Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido; pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos. Pero si el incrédulo se separa, sepárese; pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios. Porque ¿qué sabes tú, oh mujer, si quizá harás salvo a tu marido? ¿O qué sabes tú, oh marido, si quizá harás salva a tu mujer? Pero cada uno como el Señor le repartió, y como Dios llamó a cada uno, así haga; esto ordeno en todas las iglesias.” (Lectura recomendada: versículos 18-24)
- Al parecer había un problema dentro de la iglesia en Corinto en el cual había inquietudes sobre matrimonios en los cuales una de las partes era un no creyente.
- En el matrimonio entre creyentes no debe haber separaciones, tal como el Señor ya había enseñado (1 Co. 7:10, 11; Comp. Mt. 5:31, 32; 19:5-8), a menos que sea por adulterio y falta de arrepentimiento del pecador (Mt. 19:9).
- Cuando en el matrimonio uno de los dos es un no creyente, tampoco debe haber separación por parte del creyente (1 Co. 7:12, 13).
- El esposo creyente santifica a su pareja con su vida. El conocimiento de Dios trae consigo el temor a Él, y eso modela un ejemplo de vida dentro del matrimonio y la familia. (1 Co. 7:14)
- Si la persona no creyente desea separarse, entonces se debe considerar la posibilidad de ello. (1 Co. 7:15, 16)
- Para ayudar al creyente Pablo utiliza el ejemplo de la circuncisión y la esclavitud. Cuando una persona llega a conocer a Cristo estando incircunciso o en esclavitud, no debe cambiar su estado para considerarse más creyente. De la misma manera, estando ya casado, el creyente puede honrar con su matrimonio con un no creyente al Señor. (1 Co. 7:18-24)
Se debe iniciar aclarando que la decisión de quererse casar en yugo desigual no se considera aquí, pues se está tratando cuando la persona llega a ser salva ya estando casada. Pero la Biblia sí nos enseña que, estando solteros, los creyentes no deben casarse ni tener relaciones con no creyentes. (2 Co. 6:14 – 7:1)
Ahora, la separación nunca debe darse bajo el vínculo del amor, la persona creyente puede llegar a amar a su pareja tal como Dios le ha capacitado (Ro. 5:5). En cambio, el no creyente, al no haber nacido de nuevo, no necesariamente va a vivir conforme a la voluntad de Dios, y es ahí donde los problemas se van a dar. Recordando que esa persona no tiene temor del Señor y puede actuar impulsado por su carne.
El conflicto en Corinto posiblemente se estaba dando porque aquel que era creyente se sentía indigno del Señor al estar casado con una persona no creyente. El hecho que uno de los dos sea creyente trae consigo el temor a Dios dentro del hogar, y ello ayuda a mantener a la pareja y a la familia enfocados a la santidad. Pero eso no es una seguridad siempre, como nos dice Pablo.
La salvación es una decisión individual, y siempre habrá la posibilidad de que uno de ellos nunca llegue a ser salvo, por lo tanto, que el no creyente llegue a vivir en santidad no es seguro, pero una posibilidad.
El deber del creyente es amar a su pareja, honrarla, orar por ella, y modelar una vida santa (1 P. 3:1-7). Podemos, a pesar de las diferencias espirituales, tener un hogar bueno con la ayuda de Dios, y ahí el creyente debe buscar ser agente transformador. Pero si el no creyente decide por su parte separarse, entonces la posibilidad de esa separación es posible, “pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios”. (1 Co. 7:15)
