1 Corintios 5:4-8
“En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de nuestro Señor Jesucristo, el tal sea entregado a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús. No es buena vuestra jactancia. ¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa? Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros. Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad.”
- Pablo está tratando el mal comportamiento de un creyente en la iglesia, quien había entrado en el pecado de la fornicación con su madrastra, de la cual no se la nombra como creyente, antes se hace un especial trato con el hombre, dando a entender que él si había creído en Cristo. La disciplina se la imparte a “el tal”, y no a ella. (1 Co. 5:5)
- Pablo pide que este creyente sea sacado de la congregación y “sea entregado a Satanás” para que dé riendas a su carne en el pecado. El concepto aún se discute sobre lo que quiso decir, pero se podría expresar que se necesitaba sacarlo de la iglesia para que viva en el mal por falta de arrepentimiento.
- El apóstol nos dice que su carne podrá ser controlada por el pecado y utilizada por el maligno para alejar al creyente de la comunión con Dios, pero que su espíritu será salvo el día de su muerte. Tengamos presente que el día del fallecimiento de un creyente su cuerpo es el que muere y es enterrado, pero su alma y su espíritu van a la presencia de Dios: “a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús.”
- Este creyente era parte de la iglesia, por eso se le pide que se lo saque de la comunión de la iglesia. Una persona entra a ser miembro de una iglesia cuando recibe a Cristo, y después es bautizado. Se debe sacar la levadura de la masa. (1 Co. 5:6-7)
- El énfasis de nuestra salvación es Cristo. Pablo trae a mención la Pascua, en la cual los judíos sacaban de la casa la levadura el primer día de la fiesta para hacer los panes sin levadura y participaban del cordero. Ahora Cristo es el Cordero sacrificado por nosotros, ya no necesitamos de otra pascua, pero si debemos honrar al Señor viviendo correctamente en nuestra relación “en Cristo”. Pablo al decir que “nuestra pascua… ya fue sacrificada por nosotros” expresa la obra completa y perfecta de Cristo (1 Co. 5:7). Su obra redentora fue hecha “una sola vez” y es suficiente para salvar a la persona que ha puesto su fe en el Señor. (Comp. He. 9:13 – 10:24)
Iniciamos recordando que el creyente consta de tres elementos que forman su ser: “espíritu, alma y cuerpo” (1 Ts. 5:23). El espíritu es el elemento que le permite al hombre a relacionarse con Dios, y que es regenerado el día de la salvación (Tit. 3:5). El alma es el elemento donde se depositan las emociones, la voluntad y el intelecto; es decir, la parte cognoscitiva de la persona. El cuerpo es en donde moran estos dos primeros elementos, pero donde reside también la naturaleza pecaminosa (Ro. 7:15-18).
El alma de una persona al morir es separada del cuerpo. El cuerpo es el que muere, pero el alma sigue viviendo, el alma es eterna. La resurrección de todo ser humano se espera para que el cuerpo vuelva a ser unido al alma y así enfrente la eternidad, sea en la presencia de Dios o separado de Él en la condenación o infierno. (Dn. 12:2)
El espíritu es la parte que nace muerta en el hombre a causa del pecado. El espíritu es la parte inmaterial del hombre que se requiere para que pueda relacionarse con Dios, y todos nacemos “muertos” espiritualmente en nuestros pecados, pero Dios nos da vida espiritual, o da vida al espíritu cuando por “gracia” recibimos vida por medio de nuestra “fe” en Cristo (Ef. 2:1-9). Así que solo el creyente tiene vivo estos tres elementos, uno material y dos inmateriales: Cuerpo, alma y espíritu respectivamente.
El creyente está asegurado en su salvación porque ella no depende sí mismo, sino de Aquel que lo salvó: Cristo. Al ser una obra de una vez y para siempre, la salvación es segura. Y es a esto a lo que se refiere Pablo cuando dijo que el “espíritu” de ese hombre será “salvo”.
La doctrina de la seguridad de la salvación siempre ha traído gran polémica dentro de la Iglesia. Pero si miramos al consejo completo de toda la Biblia podemos mirar que la redención nunca la obtiene el hombre, antes es un regalo de Dios dado por gracia, y si el hombre no la obtiene, entonces no tiene poder para perderla, pues la justificación no es dada por el cumplimiento de los mandatos de Dios, sino por la fe en Jesucristo (Ro. 3:20-28; Gá. 2:16-21).
