1 Corintios 2:1-5
“Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado. Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.”
- En estos versículos iniciales de esta Carta, Pablo ha mencionado cinco veces a Cristo y a Su cruz específicamente (1 Co. 1:6, 17, 18, 23; 2:2), y todo el contexto hasta ahora ha sido el mensaje de la predicación del evangelio.
- Pablo está poniendo bases fundamentales a lo que está por decir en los capítulos que vienen, porque su deseo es darles identidad a los creyentes en Corinto para poder desde esa base exhortarles en su mal comportamiento.
- Lo que menciona en estos primeros versículos del capítulo dos es que la predicación hecha por Pablo en la primera visita no fue invento humano o mera palabrería con elocuencia, antes indica que lo predicado es el mensaje de la muerte de Cristo en la cruz, y que este mensaje fue entregado sencillamente con sus palabras, pero poderosamente porque fue motivado y utilizado por el poder de Dios por medio del Espíritu Santo (1 Co. 2:4).
Muchos de nosotros tenemos varios temores u obstáculos que nos impiden compartir el evangelio con seguridad y eficacia. Creemos que tenemos que ir a un taller especializado para aprender técnicas de evangelización. Otros pensamos que debemos conocer profundamente la Biblia para poder responder a inquietudes que podrían presentarse al salir a compartir. O creemos que tenemos que elaborar un mensaje amplio con muchas palabras para poder hablar a otros de Cristo, etc., etc., etc.
Todo eso, si bien es necesario, no serviría de nada sin dos sencillos elementos fundamentales que Pablo menciona en estos versículos:
- Primero está el mensaje de la muerte, sepultura y resurrección de Cristo por amor al pecador para ofrecer perdón y vida eterna (el “QUÉ”), y
- Segundo, necesitamos depender del poder de Dios por medio del Espíritu Santo en la vida del mensajero, en el mensaje de la Palabra de Dios, y en la vida del receptor del mensaje para que esto tenga efectividad (el “EN QUIÉN”).
La próxima vez que quisiéramos evangelizar a una persona, con este “Qué” y dependiendo del “En Quién” podremos hacer nuestra tarea con toda confianza.
Pablo les decía a las personas en Corinto: “Yo no quise hablar mucho para no llenarles de palabrerías, por eso solamente les hablé de la obra de Cristo en la cruz, y mientras lo decía, no confiaba en mí, sino en el poder de Dios para que ustedes lo entiendan y lo acepten” (Parafraseando).
¿La próxima vez que vaya a evangelizar, “qué” va a decir, y “en qué” va a depender para hacerlo con eficacia?
