Marcos 16:14, 15
“Finalmente se apareció a los once mismos, estando ellos sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado. Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.”
- El Señor había muerto, pero ahora estaba resucitado, la prueba de todo lo que Él había dicho ahora estaba ente los ojos de los discípulos.
- Les ordena a que vayan por todo lado y anuncien las buenas nuevas (evangelio) que puede traer salvación.
- Así como los ángeles anunciaron el nacimiento de Jesús, ahora nosotros somos enviados como mensajeros al mundo a anunciar el cuadro completo de la obra de redención: El Hijo de Dios vino y nació, y habitó entre nosotros haciéndose Hombre, y siendo Hombre murió por nuestros pecados, y resucitó para darnos esperanza de vida eterna. La historia completa de la redención se estaba dando.
- La responsabilidad es “a toda criatura”, sin distinción, con amor, con diligencia.
Jesús había resucitado, los tres días en la tumba fueron parte de Su señal de confirmación de todo lo que había anunciado (Mt. 12:40; Mr. 8:31). Pero ahora tenía una tarea que dar a sus amados discípulos, les pedía que vayan y hagan discípulos por todo el mundo, bautizándolos y enseñándoles que aprendan y hagan todo lo que ellos ya habían aprendido del Maestro (Mt.28:18, 20).
La responsabilidad de predicar el evangelio es de todo creyente. Todos nosotros, los que ya hemos creído en Jesús como nuestro Salvador, sabemos esa misma historia, que el Hijo de Dios vino a la tierra naciendo en Belén, pero que vino a morir por nuestros pecados, y que resucitó para mostrar que había vencido a la muerte.
Nuestra responsabilidad viene por el mandato dado por Dios, pero también por la responsabilidad moral de dar a conocer el mensaje que trae esperanza al perdido, vida al muerto espiritual, perdón al pecador. ¿Si nosotros no lo hacemos, quien lo hará?
Es hora de levantarnos, hablar a todos de Jesús, ellos lo necesitan, y nosotros podemos ser de bendición a quien oyere, mientras somos obedientes a la responsabilidad dada.
