Marcos 10:17-25
“Al salir él para seguir su camino, vino uno corriendo, e hincando la rodilla delante de él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios. Los mandamientos sabes: No adulteres. No mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre. El entonces, respondiendo, le dijo: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud. Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz. Pero él, afligido por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones. Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas! Los discípulos se asombraron de sus palabras; pero Jesús, respondiendo, volvió a decirles: Hijos, ¡cuán difícil les es entrar en el reino de Dios, a los que confían en las riquezas! Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.”
- El joven rico se le acerca a buscar la respuesta sobre su inquietud: “¿qué haré para heredar la vida eterna?” (Mr. 10:17). La palabra heredar puede traducirse como obtener o poseer. Quería saber cómo poder llegar al cielo.
- Por lo que leemos en los otros relatos paralelos, era un joven rico muy importante de la región (Mt. 19:20; Lc. 18:18) que talvez tenía todo lo que deseaba en esta tierra, pero que no tenía lo más importante, la vida eterna.
- Aparenta tener buena disposición para buscar a Dios, solo en Marcos leemos que este hombre se hinca de rodilla ante Jesús antes de preguntarle, dando la apariencia de una verdadera devoción, pero no del todo (Mr. 10:17).
- Jesucristo, para ayudarle a comprender le responde diciendo que lo que necesita es cumplir los mandamientos, pero el Señor sabe que nadie puede cumplir la ley de Dios en plenitud, pues todos hemos fallado a Ella pecando: “No adulteres. No mates. No hurtes…” (Mr. 10:19).
- El joven confiado le responde que todas esas cosas las había cumplido (Mr. 10:20), a lo que el Señor le dice que le falta algo, que incluía tres cosas: No amar al dinero, el amor al prójimo, y sobre todo, amar a Dios sobre todas las cosas: “anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz”. (Mr. 10:21)
- El joven se retiró triste sabiendo que no cumplía las expectativas de Dios, pero sobre todo porque no quería dejar lo que amaba mucho, sus posesiones.
La triste historia de este joven se refleja en la vida de muchos ahora, que, aferrándose a muchas cosas, que no aprovechan la oportunidad que Dios está brindando para que puedan ser salvos.
Jesucristo no estaba enseñando que el hombre tiene la capacidad moral para poder obtener la vida eterna, pues todos hemos pecado. Lo que el Señor quiso hacer, es ayudar al joven a evaluar su propia condición para que vea que no hay nada que él mismo pueda hacer para obtener esa vida. El joven vino con la pregunta: “¿qué haré…?”, el Señor le estaba diciendo: Tú no puedes.
El Señor lo miró con amor, al ver en el interior de este orgulloso joven que su corazón estaba lleno de engaño, el joven creía que tenía todo lo necesario, pero el Señor le reveló que le faltaba mucho, y eso le hizo mirar con compasión, ya que Jesús sabía que él no tenía en sí mismo esperanza, a menos que deje todo lo que creía “poseía” para buscar a Dios.
Hoy día hay muchos que confían en su propia capacidad para llegar al cielo: confían en sus buenas obras, confían en su propia capacidad moral, otros en su religión y actos religiosos. Lo único que puede salvar al hombre es reconocer que no puede hacer nada por sí mismo, y que lo que necesita es mirar a Cristo, pues Él vino a salvar lo que se había perdido.
Para ser salvos debemos reconocer que solo Jesús salva, pero el rechazar esta verdad nos condena (Jn. 16:9; 3:18; 3:36)
