Marcos 9:43-50
“Si tu mano te fuere ocasión de caer, córtala; mejor te es entrar en la vida manco, que teniendo dos manos ir al infierno, al fuego que no puede ser apagado, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. Y si tu pie te fuere ocasión de caer, córtalo; mejor te es entrar a la vida cojo, que teniendo dos pies ser echado en el infierno, al fuego que no puede ser apagado, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. Y si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo; mejor te es entrar en el reino de Dios con un ojo, que teniendo dos ojos ser echado al infierno, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. Porque todos serán salados con fuego, y todo sacrificio será salado con sal. Buena es la sal; mas si la sal se hace insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros mismos; y tened paz los unos con los otros.”
- En esta segunda sección de las advertencias del Señor, vemos que Él nos está llamando ahora a la santidad propia de cada uno.
- Jesús no está motivando directamente a una automutilación para lograr santidad, sino que está usando figurativamente la idea para llevar a reflexionar al oyente.
- El concepto que el Señor está trayendo como enseñanza es que cada creyente debe tomar medidas radicales para alejarse de los pecados que le afectan. Hay que desprendernos de cualquier medio que nos conecta con el pecado: relaciones, actividades, objetos, etc.; todo aquello que pueda ser ocasión de caer.
- El castigo eterno es para aquellos que perpetuamente están en rebeldía ante Dios. Sin una vida de arrepentimiento el hombre está condenado al fuego eterno del infierno.
- El llamado a la santidad termina con un recordatorio de que somos “sal” y que tenemos que vivir como tal, siendo preservantes de la contaminación del pecado en el mundo, mientras buscamos además estar en “paz los unos con los otros”.
Las grandes dificultades que muchos tenemos es el de alejarnos completamente de aquello que nos acerca al pecado. Las relaciones personales, sean estas en la familia, las amistades o en el trabajo; las actividades que desarrollamos que nos acercan a las tentaciones y que de alguna manera nos llevan a desobedecer a Dios de hecho o pensamientos; todas estas cosas nos hacen daño, pero nos cuesta dejar atrás para seguir al Señor.
Para lograr una vida santa debemos tomar decisiones radicales. El coquetear con aquellas puertas al pecado debilita nuestro caminar con el Señor, ya que nuestra “carne es débil” (Mt. 26:41). Antes, deberíamos huir de ello (1 Ti. 6:11; 2 Ti. 2:22).
Una persona salva no pierde la salvación, como algunos podrían considerar que este pasaje enseña. La salvación del creyente está basada en la justificación del hombre a través de la fe en Jesús como su Salvador (Ro. 5:1). La justificación se logra por fe, no por obras, porque es un regalo de la gracia de Dios, para que “nadie se gloríe” (Gá. 2:16; Ro. 3:21-26; Ef. 2:8, 9).
Pero Jesús si menciona que, aquellos que no se arrepienten de sus pecados y buscan el perdón de Dios, para ellos si está destinado el castigo eterno del infierno. En este pasaje menciona que va a ser un lugar de tormento donde no se hallará consolación eterna, y el castigo será tremendo.
¿Usted ya está seguro de que ha sido perdonado de sus pecados y ha recibido a Jesús como su Salvador? ¿Y si ya es salvo, ya está viviendo una vida santa digna de nuestra salvación?
Sólo Cristo puede salvarnos del infierno por medio de nuestra fe en Su obra de redención, y sólo Él nos puede ayudar a vivir una vida piadosa mediante si lo deseamos.
