Marcos 9:38-41
“Juan le respondió diciendo: Maestro, hemos visto a uno que en tu nombre echaba fuera demonios, pero él no nos sigue; y se lo prohibimos, porque no nos seguía. Pero Jesús dijo: No se lo prohibáis; porque ninguno hay que haga milagro en mi nombre, que luego pueda decir mal de mí. Porque el que no es contra nosotros, por nosotros es. Y cualquiera que os diere un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo, de cierto os digo que no perderá su recompensa.”
- El problema de los discípulos no era lo que esa persona estaba haciendo para Dios, sino, que no estaba junto a ellos.
- Jesús les recuerda que nadie tendría autoridad para participar de la obra de Dios a menos que sean Sus siervos.
- La unidad en el reino no se basa en la participación conjunta física, sino en tener la misma meta o propósito: Servir a Dios.
- La posibilidad de servirnos unos a otros en el Nombre de Cristo es lo que brinda unidad y honra en el reino.
Refieren los historiadores que aunque entre Martín Lutero y Felipe Melanchton había una considerable diferencia de edad y de temperamento, pues el primero era unos catorce años mayor que el segundo y era, aquél, más violento que éste en la manera de tratar los asuntos relacionados con la Reforma, y aunque algunas veces también estuvieron distanciados un poco por tener algunas diferencias doctrinales, los dos grandes reformadores siempre estuvieron vinculados por profundos y fuertes vínculos de compañerismo cristiano que les hicieron olvidar las aludidas diferencias y ponerse de acuerdo. En el fondo de su corazón se amaban cristianamente, y por lo mismo triunfaban el amor y el respeto que se tenían mutuamente; y cuando murió Lutero, Felipe Melanchton pronunció una oración fúnebre muy elogiosa para aquel héroe de la Reforma.—A. L. (Lerı́n, A. – 500 Ilustraciones)
En el reino de Dios podrá haber algunas diferencias entre los participantes, pero mientras esas diferencias no sean radicales en cuanto a la doctrina ortodoxa fundamental, estamos unidos bajo la bandera de una misma fe y un propósito: Cristo como nuestro Salvador personal y todos siervos del Señor.
Los discípulos estaban molestos porque aquel hombre no los seguía, y Jesús le manifiesta que esa persona no pudiera estar haciendo algo a menos que Él mismo le haya dado autoridad para hacerlo. El pasaje no nos dice cuando esta persona llegó a reconocer al Mesías, pero Jesús hace una pausa, diciendo que, si no lo conocieran a Él, no pudiera estar haciendo Su obra.
Dios tiene muchos siervos Suyos en todo el mundo, y no todos podremos tener todas las cosas en común, pero nos une la misma fe que nos justifica, la que viene por el mensaje del Evangelio. Eso es suficiente para hacernos parte del reino, por tanto, podemos cumplir el propósito de Dios para cada uno mientras servimos bajo Su voluntad.
¿Cómo miramos nosotros a personas que sin ser de nuestra iglesia local están sirviendo al Señor? ¿Cuáles podrían ser las verdaderas razones para diferenciarnos de otras personas? Pablo lo resumió de esta manera: “Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, quien está sobre todos, en todos y vive por medio de todos.” (Ef. 4:5, 6)
