Marcos 6:1-6
“Salió Jesús de allí y vino a su tierra, y le seguían sus discípulos. Y llegado el día de reposo, comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos, oyéndole, se admiraban, y decían: ¿De dónde tiene éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es esta que le es dada, y estos milagros que por sus manos son hechos? ¿No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de él. Mas Jesús les decía: No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, y entre sus parientes, y en su casa. Y no pudo hacer allí ningún milagro, salvo que sanó a unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos las manos. Y estaba asombrado de la incredulidad de ellos. Y recorría las aldeas de alrededor, enseñando.”
- La admiración que tuvieron no fue de agrado, sino de cuestionamiento: “¿De dónde tiene estas cosas?”
- Quienes estuvieron ahí conocían al “hijo del carpintero” (Mt. 13:55), por tanto, a su madre y hermanos, y con escepticismo miraban y escuchaban lo que Jesús hacía y decía (Mr. 6:3).
- Cuando se tiene un corazón crítico, la dificultad de aceptar con humildad lo que sucede se hace más evidente.
- Para poder mirar al Señor, se necesita una fe sencilla y deseosa de ver a Dios, sólo así Él se nos revelará (He. 11:6).
